El Papaluapan

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Construye la obra valorando la materia por ella misma, con exuberante colorido, dentro de un esquema formal estructurado. Las figuras, de pequeño tamaño, casi confundidas con la naturaleza, aparecen en la parte inferior del cuadro junto a las aguas del río mejicano. La textura, grumosa, de profunda emotividad, condiciona las formas y el dibujo subyacente en un conjunto en el que el amor a la naturaleza transcribe un mundo sensiblemente lírico que exalta la existencia apacible de los pueblos primitivos con algo de los cálidos paraísos terrenales de Gauguin.