JOSÉ MARÍA SICILIA
Sicilia Fernández-Shaw, José María
( Madrid, 1954 )
Biografía
La infancia de José María Sicilia transcurre durante el régimen franquista. En 1975, año en que muere Franco, sigue la tradición familiar y comienza a estudiar Arquitectura, pero pronto decide cambiar y cursar tres años de Bellas Artes en la Escuela de Bellas de San Fernando de Madrid. Un año más tarde se instala en París, donde se respira una atmósfera de revolución artística, y es ahí cuando decide dedicarse profesionalmente al arte. En 1982 tiene lugar su primera exposición en la galería Trans/Form de la capital gala, cuyas obras son seleccionadas para la XII Bienal de París. Dos años más tarde inaugura su primera exposición individual en la galería de Fernando Vijande en Madrid. Se traslada a Nueva York en 1985, donde reside durante dos años y comienza a trabajar en sus series más conocidas Tulipanes y Flores; a partir de este momento se produce su eclosión internacional. Tras su etapa neoyorquina se instala de nuevo en París y posteriormente alterna la ciudad francesa con Sóller (Mallorca). Sicilia pertenece a una nueva generación de jóvenes artistas, entre los que se encuentran Miquel Barceló y Miguel Ángel Campano, entre otros, que surge con fuerza en la década de los ochenta; Sicilia es el primero en alcanzar una fama inicial fuera de España. A lo largo de su trayectoria ha participado en numerosas exposiciones a escala mundial. Ha sido galardonado con destacados premios como el Premio Nacional de Artes Plásticas (1989) o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2015), y su obra se encuentra en museos como el MNCARS, el MOMA o el Museo Guggenheim de Nueva York.
El afán investigador ha llevado a Sicilia a trabajar con diferentes técnicas como la pintura, la escultura, la instalación o el grabado, así como a emplear cera y barnices para alcanzar la calidad matérica de la pintura mediante el relieve de la textura. En un primer momento, su obra se centra en temáticas intrascendentes como ciudades, paisajes urbanos u objetos cotidianos, que organiza en series y el tema es únicamente un pretexto para concentrarse en una reflexión sobre lo pictórico. Son obras de gran formato en las que se evidencia una gran influencia del neoexpresionismo alemán. A continuación, en las series florales, indaga en el análisis de la forma, la construcción del espacio y la estructura de la luz. En esta época evoluciona hacia una pintura que aúna y sintetiza el espíritu constructivo de las viejas vanguardias del Este, la transcurrencia de la abstracción americana y la carga matérica del arte español de los años cincuenta. Hacia mediados de los noventa, se inicia en la técnica de las ceras, que dominarán su obra hasta bien entrado el siglo XXI, y en estos últimos años el dibujo y los materiales en apariencia más sencillos y directos se imponen en su producción, así como las instalaciones y esculturas de difícil y delicado simbolismo.
Dos obras gráficas del autor integran la Colección Afundación. La más temprana (1987) es una poética y conceptual obra de su célebre serie Flores. Refleja una depuración con respecto a su abigarrada obra anterior, así como una liberación que le permite combinar lo geométrico y lo gestual. Sobre un fondo abstracto beige con múltiples matices sitúa una rígida y gruesa línea vertical roja de la que nace una ondulante cinta en una tonalidad muy similar a la del fondo que configura una flor. La otra (1998) también muestra una flor, pero en este caso obvia lo sinóptico y se recrea en la expresividad y sugerencia de la forma floral representada en distintas tonalidades rojas.